El maravilloso arte de ser la “víctima”

Por: Leonardo Aja

Hablar de víctimas en estos días, con todo el llamado proceso de paz en marcha, se ha convertido en algo común. Esto a tal punto, que pareciera que nos hemos desensibilizado y a la vez, hemos distorsionado el verdadero significado y alcance de dicho término. Una persona es realmente víctima, cuando es sometida por la imposición de la fuerza, el chantaje o la coacción entre otros, a una situación claramente indeseada, lesiva e incluso, mortal. La víctima por definición, no decide, otro ha decidido por ella. En un desastre natural impredecible, en un asalto terrorista, en un ataque físico o en un accidente de tránsito, en principio, podríamos decir que hay personas que estaría en condición de víctimas y nadie lo discutiría. Al menos no, la mayoría de las veces.

Pero, ¿qué sucede cuando las personas se asumen como víctimas sin serlo realmente? Y aun cuando parezca extraño, esté tipo de posiciones son más frecuentes de lo que parece y lo peor, aceptamos y validamos tales afirmaciones. Pongámoslo en contexto y analicemos las siguientes frases, tomadas aleatoriamente de la red:

Famosos víctimas del SIDA: “Legendarias estrellas de la música, de Hollywood, de las tablas, aclamados escritores y deportistas han sido víctimas del sida”.

“Red de Madres y Familiares de Víctimas de las Drogas” es el nombre de una página de Facebook.

“Víctimas del cáncer en el fútbol”

“Hablan víctimas de la vacuna del VPH”

“Las garras de la droga”

“Las cadenas de la droga”

Podrá verse claramente que se hace una interpretación mágico animista, es decir, se confieren atributos humanos a cosas o situaciones que no las tienen. En los niños menores de 5 años es normal y esperable este tipo de pensamiento. Es a través de la maduración biológica acompañada de una correcta estimulación, que el pensamiento evoluciona hasta formas más elaboradas y complejas. Pero, ¿Qué se puede esperar cuando un adulto de 40 años, utiliza estilos argumentativos idénticos a los de un niño? ¿Y si ese adulto es responsable de decisiones que afectarán a millones de personas, como puede ser una política de salud pública, por decir algo? ¡Estremecedor!

A nadie se le puede llamar víctima del SIDA, de una vacuna, del cáncer o de la droga, por una sencilla razón: Ni la droga, ni el cáncer o el SIDA sometieron a una persona en contra de su voluntad. Más bien, como consecuencia de sus decisiones, las personas generan como consecuencia un cáncer de pulmón, una infección por VIH o un EPOC por fumar. De manera astuta, hay quienes argumentan que esas frases se usan en un sentido figurativo, lo cual puede ser aceptable o sino la poesía moriría. Pero cuando hablamos con algunas de ellas… realmente creen que son víctimas de tales situaciones. Siendo así, las personas están reducidas a la impotencia, por un lado, son inocentes y por último, carecen totalmente de responsabilidad al respecto. No tienen control sobre la situación y creen no haberlo tenido. De esa forma, ¿Cuáles son las posibilidades de cambio, mejora o modificación de su situación? Por definición, ninguna. Si yo caí en “las garras de la droga”, ¿fue la droga la que se abalanzó sobre mí, que iba caminando como un incauto por la vida? Difícil de creer, al menos desde un análisis con sana lógica.

La pregunta obliga es: ¿Cómo evitar que nuestros hijos lleguen a desarrollar una actitud de falsas víctimas? Existe un concepto muy poderoso que nos puede ayudar a explicarlo: El Locus de Control. Para que no se asusten, este concepto hace referencia a la forma como se interpreta la realidad en cuanto a la CAUSA de los hechos: ¿Lo que sucedió, dependió de mi o de un tercero? Efectivamente hay momentos en donde las cosas dependen de otro, ¿pero que sucede cuando dependiendo de mí, creo que dependió de otro?: “Es que el profesor me rajó”, “Con esa minifalda, como esperaba que no le mandara la mano”, “Es que me dio papaya”, “Pero si todo el mundo lo hace”.

El espacio es corto para abordar tan complejo tema, pero es necesario dar algunas directrices para no ser los fabricantes de futuras “víctimas”:

La única responsabilidad de nuestros hijos no es estudiar, también deben arreglar su cuarto, colaborar con algunos oficios caseros, limpiar la arena del gato y sacar al perro a orinar. Obvia y evidentemente, recoger el excremento y no dejar la bolsa colgada de un árbol (suena familiar).

Enseñar la creación de criterios de decisión anticipatorio, es decir, poder medianamente imaginar que podría pasar si…

Y hacerse la pregunta: ¿Si las cosas salen mal, estoy dispuesto a asumir las consecuencias?

Lo anterior, ayuda a incentivar una actitud de proactividad, alejándonos de la reactividad.

Amamos la libertad, pero ella tiene una compañera de la cual no se puede divorciar: La responsabilidad.

Una sola pregunta: ¿Enseñamos a nuestros hijos que se comporten y asuman posiciones de “víctima” o más bien, los empoderamos para que aprendan el sentido de la responsabilidad (habilidad para responder)?

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